Días de batallas bajo la penumbra del ser.

Esas batallas diarias, mensuales, o de toda la vida y de generaciones. Todas bajo la penumbra del ser, que se libran dentro con toda la conciencia posible, de colocar en la balanza los gustos, las fantasías, las conveniencias, las afectaciones, los peligros y todo lo demás, que se expone bajo un panorama que recrea los efectos de las decisiones tomadas.

A veces, me gustaría poder darle nombre propio a cada batalla, pero no logro, porque esas batallas cambian de formas, actores, son atemporales, son invisibles, y no hay como describirlas.  Casi siempre, los pensamientos libran con las mismas batallas, entre ser y no ser, dar o no dar, permanecer o andar, y aunque a ratos si sea falta de carácter, tomar una decisión; en otras ocasiones, es la preocupación.

Hay días donde simplemente, no se mira el reloj; porque por más relojes y temporizadores que existan, no se puede contabilizar cuánto puede durar una batalla. Y no siempre se trata de ganar la guerra, no sabemos con exactitud qué es lo bueno y lo malo, que conviene y que no, que hacer y que no. Cómo enfrentar al angelito y al diablillo, esos seres amorfos e intangibles con voces y argumentos en cada una de nuestras mentes.

Foto tomada de un cuadro en el museo de Arte Contemporáneo en Bogotá en Agosto de 2015.
Nota: De sobra está decir que las batallas las percibe nuestro cuerpo y es por ende que he citado esta obra de un autor que desconozco, pero que representa lo que quiso decir este escrito.

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